Hijo de Teócrito Apráez y Filomena Legarda, el tercero de diez hijos del humilde patrimonio. Partió a Corea siendo menor de edad, su sobrenombre para sus compañeros del ejército era "El Pollo". De los relatos de la guerra, indica que disparó el cañón, lo que generó en él una grave pérdida auditiva con la que ha padecido desde entonces, y la que ha ido empeorando con el transcurso de los años.
No recibió nada de lo que les prometieron si regresaban de la guerra (casa, estudio, trabajo). Menciona que gracias al General Gustavo Rojas Pinilla empezaron a contratar a los soldados de la Guerra de Corea, pues al volver a su nación les denominaban "los locos de la guerra". Muchos de ellos, entre estos mi padre, no quisieron continuar en el Ejército, puesto que llegaron destrozados emocional, física y psicológicamente con la crueldad propia de una guerra.
En su pueblo natal luego de la dura pérdida de su papá, conoció a quien sería la madre de sus ocho primeros hijos, la señora Jael Castillo De Apráez, con quién se mudó a la ciudad de Bogotá, dónde se rebuscó como comerciante toda su vida. Trabajó inicialmente en la Aduana, tras la búsqueda de oportunidades, logró poner locales de ropa en San Andresito en la ciudad de Bogotá, y de allí obtuvo parte de un buen patrimonio el cual perdería años después.
Se separó y tuvo su hija menor, siendo ya un hombre adulto, Claudia Elizabeth Apráez Acosta, con quién vive hasta la fecha. Un tanto olvidado por el Estado, con un bono pensional no heredable, ni transferible, obtenido no hace más de 20 años y tras una ardua pelea desde el Senado de la República por el reconocimiento a quienes pelearon, pero no continuaron la carrera militar.